Observar siempre es interesante, te permite imaginar historias con apenas un par de las piezas del puzzle que conforman la vida de cada uno. Tras una vestimenta puedes imaginar el tipo de vida o tras una postura, creer adivinar la actitud con la que se enfrenta a determinadas situaciones.
Solo es un juego del cual, en ocasiones, han salido historias para este blog.
Pero a veces la situación te ofrece muchos más datos y, digamos la fortuna, te coloca en un lugar priviligiado desde el que no solo observas e imaginas sino que escuchas y conoces.
El ya viajaba en el tren cuándo nosotras subimos. Ella ocupó su asiento junto a otro, en ese momento, sin pasajero a la vista. Se dispuso a acomodar su pequeño equipaje mientras yo, en el asiento de atrás, ya estaba dispuesta a emprender el viaje.
Era joven, muy joven, con una sonrisa entre dulce y franca que le iluminaba la cara. Ella deslizó su mirada por el pasillo y su sonrisa creció sobremanera en un instante: acababa de descubrir a su acompañante que venía por el pasillo. Se saludaron con un beso en la mejilla, se felicitaron el año y se sentaron dispuestos a acompañarse en su viaje, fueran dónde fuesen.
Yo, ensimismada en mis pensamientos, les escuchaba como una sordina de fondo mientras mi mirada recorría el exterior del tren viendo como el atardecer iba cayendo.
Hasta aquí todo normal y previsible pero una frase captó mi atención "no puedo más, tengo que contárselo a alguien" y, claro, volví a fijar mi mirada en esas dos personas que tenía delante.
A él no le veía ya que estaba justamente delante de mí pero a ella, sentada de medio lado, la veía perfectamente por el hueco de los asientos.
Su sonrisa, cada vez más triste, se quedó en apenas una mueca: su marido le había sido infiel. Su marido!! tan joven y casada! me llamó la atención, la verdad.
Ella viajaba bastante por trabajo (este viaje lo era) y en una de sus salidas, una mujer, compañera de trabajo del marido, pasó la noche en su casa. Ella se enteró de manera totalmente casual por un pequeño detalle (como siempre) y estiró del hilo hasta llegar a la terrible certeza.
El marido negaba que hubiera pasado nada aunque sí le confirmó que había estado en su casa hasta muy entrada la madrugada, que solo fué un tonteo, que la amante en cuestión necesitaba un amigo y que para amigo, él.
Todo ésto lo contaba ella mientras su compañero de asiento, de vez en cuándo y en silencio, le acariciaba el antebrazo a ella dándole consuelo. (ay, pensé yo, de una infidelidad, saldrá otra, ya lo estoy viendo....).
No voy a dar más detalles porque ultimamente me localizan hasta los muertos (sonrisa) pero cuándo bajé del tren mientras ellos seguían hacia su destino, lo hice con la sensación de haber leído tan solo el primer capítulo de una historia que iba a dar mucho de sí.
Observar e imaginar, esa es la cuestión...... o no.