Era la habitación de invitados. La casa no hacía mucho la habían remodelado un poco para hacerles la vida un poco más cómoda. Era difícil emprender obras en un lugar tan aislado pero decidieron hacerlo dada su avanzada edad. Y no se arrepintieron.
La casa quedó acogedora y funcional y seguía siendo aquella antigua casa en que los abuelos habían vivido y se había sacrificado tanto en aquellos duros meses de invierno; meses en que quedaban aislados del resto del mundo entre la nieve y el frío.
Ahora era solo un lugar para descansar, para disfrutar con el hijo y los amigos de turno. Sin embargo aquella habitación nunca volvió a llenarse de luz y alegría; seguía cerrada a cal y canto a pesar de los años transcurridos. Nunca se hablaba de ello y se pasaba de largo sin apenas mirar pero lo sucedido allí dentro seguía impregnando la casa.
Como en todas las casas había algo que callar sin embargo, de cara afuera, el porticón cerrado, el pequeño balcón y las macetas floridas eran el decorado perfecto para sugerir una vida feliz y sin raices malsanas.
Feliz domingo.
2 comentarios:
Cuantas ventanas permanecen como esta que tu muestras hoy. Cerradas a la realidad, al aire sano de la renovación sincera.
Me encanta la foto el texto y tu intención de hacernos reflexionar.
Abrazos
Luis, fiel a tus visitas que agradezco sinceramente.
Un abrazo.
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