El día amenazaba lluvia y no quiso alejarse demasiado de casa pues no le gustaba el agua. Salió como cada mañana pero, en esta ocasión, la puerta no quedó entreabierta. Hummmm, pensó, lluvia y la puerta cerrada, mal presagio.
Tras haber retozado perezosamente sobre los viejos adoquines y viendo que los nubarrones pasaban de largo llegó a la conclusión de siempre. Era cuestión de esperar tranquilamente, alguien vendría y el sol volvería a asomar por entre las nubes.
Para que preocuparse, quedaba por delante una placentera mañana que no iba a desperdiciar.
Feliz lunes.
6 comentarios:
Hola, Cristina.
Me gusta mucho la foto.
Un saludo,
José Ramón
Exacto, Cristina, no estamos para desperdiciar esa clase de mañanas. Lo saben hasta los gatos.
Hola José Ramón, mucho tiempo sin verte por aquí. Me gusta saber de tí.
Un abrazo.
Emi, no se puede perder el tiempo en pensamientos estériles, o se actúa en consecuencia o se relaja uno hasta que pase la tormenta.
Gracias por la visita.
Un beso!
Él permanece a la espera seguro de la vuelta, del regreso de quien habita ese lugar en rojo avaricioso.
Saludos
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