Pasados los minutos iniciales y viendo que no pasaba nada, me fuí afianzando en mi trabajo de reportera. Me mantenía a una distancia prudente, sin molestar pero intentando captar todo lo que llamaba mi atención que era mucho.
Los cánticos que se oían por megafonía parecian la misma frase repetida millones de veces siempre con el mismo deje, la misma entonación. En un par de momentos calló el imán y los fieles (no sé siquiera como llamarles) siguieron con el canturreo como un murmullo con sordina.
Lo cierto es que me impresionó mucho. Estaban tan ordenadamente colocados que parecía no haber tantos como se esperaba aunque luego leí en la prensa que rondaron los 3.500. No son todos los de Lleida, no vayáis a creer, tan sólo son los que frecuentan una de las mezquitas.
Me llamó la atención su concentración en el rezo, su entrega y la devoción familiar de algunos de sus miembros.
Unos cuántos iban como los de la imagen superior. Su misión era velar por el orden dentro del pabellón y recoger parte de las donaciones. Luego os hablaré de ellas.
Yo ya estaba en mi salsa y no me hubieran sacado de allí ni los antidisturbios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario