Le gustaba subir aquel tramo más de escaleras porque tras la puerta se abría un mundo diferente lleno de misterios y pasados más o menos lejanos.
Tras el quicio, el polvo brillaba a contraluz deslizándose por los rayos de luz que se colaban por unas pequeñas aberturas bajo el tejado. La penumbra, el olor a ausencias y olvido, el silencio y el no saber qué contenían aquellos baules le inquietaba al tiempo que le empujaba a adentrarse aún más en la estancia.
Sus pequeños piés iban tanteando el suelo entre montañas de polvo y trampas para los ratones mientras sus ojos miraban curiosos sin atreverse a tocar nada. Había entrado en otro mundo ajeno a todo lo que le rodeaba apenas dos pisos más abajo.
Suspiró con emoción, apretó la llave entre sus dedos y cerró despacio como para no molestar.
Mañana, pensó, volveré y miraré dentro del baúl grande; mientras, una enigmática sonrisa se dibujó en su cara al tiempo que bajaba saltando los escalones camino de su casa.
Feliz semana.
4 comentarios:
Que bien escribes Cristina, Una foto preciosa con una buena textura. Un abrazo
Hola Cristina Te ha sido concedido el Premio Dardos.
Si lo deseas, pasa por mi blog a recogerlo.
Un abrazo. José Antonio
Jose, a tu primer comentario: muchísimas gracias. Me divierte mucho escribir y, acompañarlo de la fotografía, es todo un lujo.
Un abrazo.
En cuanto a tu segundo mensaje....pues no sé qué decir, que muchas gracias y que voy rauda y veloz a retirarlo y a ver si me entero de que va todo ésto :-).
Un beso.
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