Madrugar el fin de semana se ha convertido, desde hace unos años, en una costumbre. Una buena costumbre, diría yo.
Son los únicos días en que puedo llevar a Pipo al río, sin prisa, para que corra y gaste parte de la mucha energía que tiene.
Es algo que no sólo no me cuesta ningún esfuerzo sino que lo antepongo a otras cosas porque disfruto muchísimo viéndole disfrutar; no es un acto heroico como pensarían algunos sino un regalo que me permite compartir afición con otras personas y vivir momentos irrepetibles.
Aunque no quedamos nunca, la fuerza de la costumbre hace que seamos puntuales como clavos pero, a veces, les gano la partida y llego antes que nadie.
En ese momento me siento la dueña del mundo.
3 comentarios:
En ese momento ERES la dueña del mundo y nadie te lo puede arrebatar, y te felicito
Pocas cosas como la sensacion que se experimenta al amanecer: la luz, el aire limpio y esa soledad que te hace sentir único.
No me siento muy noctambulo, mas bien comparto contigo el gusto por la mañana, no importa el frio.
Un abrazo Cris,
Niña que foto de mi Lleida querida...haces que la nostalgia de sus calles y su gente me resulte menos dura. Con tus fotos me acercas a su realidad más dulce.
Por la mañana, cuando el sol empieza a bañar de tenue luz cada rincón, si estás ahí y miras bien, verás el alma de la ciudad.
Muchas gracias Cristina.
Publicar un comentario