Se miraba tan hacia adentro que creía poseer la llave que abría la caja de las verdades, las propias y las ajenas.
Creía haberse convertido en un lector de infrarrojos que leía con total fiabilidad cualquier código de barras y que a través de esa información tenía en su mano el conocomiento de todo aquello que quisiera, incluídos los silencios.
Nada más lejos de la realidad.
Simplemente se había escondido en su madriguera y solo veía por una ridícula rendija por la que creía interpretar con certeza todos los movimientos que se produjeran cerca de él.
Es cierto que uno puede reducir su mundo hasta el tamaño que uno quiera o necesite para poder controlarlo o creérselo pero pensar que "eso" es real es una estupidez.
Afrontar las realidades y salir de la madriguera es lo más recomendable pero no todos, por mucho que se diga, son capaces de hacerlo.
Por otro lado, y retomando los silencios, creerse dios a la hora de interpretarlos es como pensar que se sabe la combinación ganadora de la lotería: ciencia ficción o timo a la vista.
Yo creo que silencios hay de muchos tipos: los que hieren, los que otorgan, los cobardes, los que afirman y, muchos, por no decir los más, los de mala educación; aquellos que no contestan ni a un "buenos días" no tendrían que tenerlo.
Con dios y por la fresca.
3 comentarios:
Hola Cristina....tus palabras son tu esencia...claridad, valentía,y un verbo que parece bisturí...diseccionando todo lo que te rodea de manera tan cercana.
Un beso de buenas noches
Vaya por delante, mi silencio respetuoso, incapaz de añadir una coma.
Un abrazo.
La foto tan magnífica como las palabras, que la completan.
Pepe....Arturo, muchísimas gracias por el comentario y por seguir ahí, post tras post.
Un fuerte abrazo.
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