A media que subía los escalones de la iglesia su duda iba en aumento. Todo se precipitaba en su cabeza y, aunque sopesaba pros y contras y parecía que ganaban los primeros, no acababa de fiarse del todo; y si estaba equivocado?.
Dentro de unos minutos ya nada tendría remedio y sería un serio problema el intentar volverse atrás.
Notaba esos escalones como una cuenta atrás y el silencio que se iba produciendo a su paso aún le inquietaba más. Era como acercarse al borde del precipicio pero...... tres....dos....uno.....ya estaba dentro! todas las cabezas se giraban a su paso mientras el silencio, un silencio sepulcral, se apoderó del templo.
La caja quedó ante el altar.
Descanse en paz.
3 comentarios:
Uff Cristina, ¡qué susto!
La verdad, es que si descansar en paz fuera una custión de voluntad, sería quizás no más fácil, pero sí más justo.
Buena observaciòn, Emi.
Un beso.
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