domingo, 31 de julio de 2011

El caso de la trapecista sin red


Tengo cita con el Notario, dijo Mercedes. Bien, espere un momentito por favor, contestó la escuálida secretaria mientras consultaba la agenda de sobremesa. Pase, haga el favor. Señor Quintero, la señora de Biedma, presentó la Escuálida evaporándose segundos después.

El Notario, joven y guapo, como para romper todos los cánones, le tendió su mano cálida y afectuosa mientras la miraba con curiosidad.

Señora de Biedma, lamento la pérdida. Nunca es fácil en estos casos pero lo de hoy es, por lo inhabitual, muy especial. Mientras pronunciaba estas palabras había depositado sobre la mesa una pequeña caja de terciopelo verde y un sobre alargado de color naranja.

Mercedes le miraba atónita.

Hacía un par de semanas, al finalizar su actuación en el circo El Gran Salto, un hombre se le acercó entregándole una especie de citación; cuándo ella quiso reaccionar y preguntarle, él ya había desaparecido.

Mercedes era una gran estrella del trapecio, reconocida a nivel mundial desde que 13 años atrás –apenas cumplidos los 14- su número alcanzó la fama en Madrid, de allí saltó a las mejores carpas del mundo. Su arriesgado número sin red no dejaba indiferente a nadie. No había vuelto allí desde entonces y le entusiasmaba el hecho por haber sido el escenario de sus inicios. Durante casi 10 meses había estado viviendo con su madre en una pequeña pensión de Lavapiés –Casa Carlota- intentado salir adelante en el difícil mundo del circo. Los bonitos recuerdos se mezclaban, tercamente, con las dificultades vividas en aquella época.

Carlota era una vieja cubana que acogía con cariño a todos y por muy poco dinero. Había tenido entre sus faldas a Mercedes contándole asombrosas historias de su querida Habana al calor de los pucheros. De eso hacía ya tanto que parecía otra vida.

¿Qué habrá sido de Carlota? pensó Mercedes.

Un carraspeo de Don Quintero le hizo volver a la realidad de la estancia.

Bien, veo que no conoce el motivo de esta reunión, dijo el Notario. No, contestó ella temiendo haberse metido en algún lío del todo inesperado.

Verá, continuó él, hace exactamente un mes – el 1 de septiembre- Doña Carlota del Valle Armenteros falleció de un paro cardíaco en su casa de Lavapiés. En su testamento dejó esto para usted. Debe conservarlo y no abrir la caja hasta pasados 31 días a partir de mañana. El día 1 de noviembre podrá abrirla y leer el contenido del sobre, no antes. ¿Está de acuerdo?

Sí, dijo ella asombrada, supongo que sí. Muchas gracias. Bien, pues nada más; con este acto quedan cumplidas las últimas voluntades de Doña Carlota. Buena suerte.

Se despidieron y Mercedes se dirigió a su casa en el campamento del circo –una gran casa con ruedas a la que no le faltaba ninguna comodidad- con la caja y el sobre en el interior de su bolso. Su cabeza no paraba de pensar; no entendía nada.

Dejó la caja de terciopelo verde y el sobre naranja en el interior del primer cajón de la cómoda de su dormitorio. Durante el resto del día se dedicó a entrenar duramente, no podía relajarse en absoluto pues su vida dependía de ello. Se acostó cansada y pensativa y dejó que el sueño la abrazara hasta el total abandono. Le pareció oír algo, como un rasgueo, pero no pudo hacer caso, el sueño la había poseído.

Al día siguiente, al levantarse, vio el cajón de la cómoda ligeramente entreabierto. Lo abrió del todo y le pareció que la caja estaba algo ladeada. Sin darle más importancia, la recolocó, cerró de nuevo el cajón y se dirigió a la carpa.

Los días transcurrían entre funciones y duros ensayos y las noches, en cuánto apagaba la luz, se convertían en un crisol de sensaciones y pequeños ruidos que nunca conseguía identificar. Tenía la sensación de no estar sola y de que alguien rondaba por allí con el sigilo de un gato. Si encendía la luz precipitadamente todo parecía detenerse y el cajón, como desde el primer día, aparecía siempre ligeramente abierto. Al cerrarlo por la mañana parecía pesar más y más.

Mercedes estaba muy intrigada con la entrega del Notario y no se le ocurría, ni de lejos, qué podía haberle dejado Doña Carlota ¡Pobre mujer, si no tenía riqueza alguna! al menos hasta donde ella sabía, se decía Mercedes.

Estaba cansada, los años se desgranaban lentamente y la lesión de clavícula tras aquella casi caída en Berlín le pasaba factura. Milagrosamente en aquella ocasión salvó la vida. Era aún joven para retirarse pero lo arriesgado del número no permitía fallos y ella ahora no estaba al 200%.

Faltaban 2 días para el 1 de noviembre.

Pasó la última noche apenas sin dormir, ni siquiera el cansancio de las exitosas funciones podía con ella. No dejaba de mirar ese cajón entreabierto, hoy más que nunca, y a la luz de la luna que se deslizaba por la ventana le pareció descubrir un brillo fugaz y unos pasos suaves. Se arrebujó entre las mantas y cerró los ojos con fuerza. Tenía miedo.

A la mañana siguiente el cajón totalmente abierto le dejaba al descubierto algo que ella desconocía y, sobre eso, la caja de terciopelo verde y el sobre naranja. Era 1 de noviembre, llegó el momento.

Se sentó en el borde de la cama y abrió el sobre.

Su piel, erizada. Sacó una carta.

Querida Merceditas,

si lees esto es que ya no estoy en el mundo de los vivos. No te preocupes por mí, yo estoy bien, con los míos, con los que quiero. Siempre he recordado con nostalgia aquellos meses que tú, mi niña, y tu querida mamá, pasasteis en mi humilde casa. Tú fuiste, durante ese tiempo, la niña que yo nunca tuve y así siempre te he considerado. He cuidado de ti en la distancia, con mis santerías, con las enseñanzas de los más sabios y ahora quiero seguir haciéndolo.

Abre la caja.

Mercedes soltó, entre lágrimas, el sobre naranja y cogió la caja de terciopelo verde. La abrió.

Dentro una araña de oro blanco y brillantes parecía descansar plácidamente mirándola a los ojos.

Guárdala siempre contigo, será tu ángel custodio, seré yo. Ahora mira mi otro regalo.

Mercedes extrajo una prenda. Era un precioso traje de trapecista confeccionado como por miles de pequeñas gotas brillantes en un micro rosario perfecto. Era de un tejido desconocido, como una seda especial, finísima y bellísima de color blanco grisáceo.

Mercedes, a partir de hoy ponte este traje, es tu red. Estarás siempre a salvo, nada podrá ocurrirte allá arriba.

Durante ese mes, cada noche la araña cobraba vida. Salía de su caja-casa verde y tejía una preciosa tela de araña, mágica y única. Un manto protector perfecto.

Mercedes estuvo siempre a salvo y su éxito siguió años y años.


Fin


Pd. Feliz domingo.

lunes, 18 de julio de 2011

Silencio


La prisión de algunos es el paraíso de otros. No se oye nada, ni el amanecer. Es perfecto.

Feliz semana.

domingo, 17 de julio de 2011

Cortocircuito


Pasaba las hojas de la revista con esa extraña sensación  -vieja conocida- que le invadía en sentido ascendente. Mientras miraba con deleite las fotos que el papel le regalaba observaba con disimulo las mesas del comedor. Nadie parecía reparar en él.

Meses atrás, coincidiendo con su traslado, había tomado la determinación de hacer caso omiso de esas advertencias físicas pero el día a día le ponía frente a situaciones que eran muy difíciles de controlar y, por otro lado, ¿quería hacerlo? Se alimentaba de recuerdos y ese alimento se estaba acabando.

Como cada mañana, recorrió sus puntos habituales: el hospital, la casa de algunos ancianos, el orfanato. Allí es donde más disfrutaba.

Le gustaba jugar con los niños, hacerles bromas, darles un cariño que ellos agradecían con abrazos. Nunca faltaba, en su cartera, una bolsa con chucherías que repartía entre ellos y que le convertían, a sus ojos, en una especie de héroe.

Él, firme en su renovado propósito, y una vez acabada su ronda, regresaba a la residencia entre una mezcla de sensaciones: la del deber cumplido y la de haber perdido, una vez más, una oportunidad de oro. Sus días transcurrían en ese filo.

Repetía la misma secuencia un día sí y otro también hasta que topó, en los alrededores de la residencia, con un muchacho sucio y andrajoso, con cara de hambre y que dijo llamarse Joao. Llevaba un par de meses por las calles desde que su madre, brasileña y dedicada a la prostitución, había muerto por sobredosis. Joao, a sus 12 años, había vivido mucho más de lo que muchos viven en varias vidas; en varias malas vidas.

Él pensó que la vida se lo estaba poniendo en bandeja y se ofreció a darle cobijo por el tiempo necesario hasta encontrar una solución definitiva. Joao vio la luz y aceptó sin dudar.

La adrenalina fue su motor en las horas siguientes. Después de un buen baño, darle de comer y ofrecerle ropa en condiciones llegó la hora del descanso.

Mientras le acompañaba por el largo y solitario pasillo en dirección a su habitación, con el brazo sobre su hombro para notar su cercanía, supo que de nada servían ya los propósitos y que el momento había llegado.

- Joao, ésta será tu habitación mientras estés con nosotros. Descansa, yo cuidaré de ti. No te preocupes por nada, estás en buenas manos.

Joao, tumbado en el catre, dejándose mecer por un mar de morfeos, apenas se dio cuenta. Él se había recostado a su lado y mientras alcanzaba el irremediable estado de gracia se aflojaba el alzacuellos para dejar entrar el aire. El cortocircuito se había producido.

Exultante y sabiéndose pecador pensó cual sería, esta vez, su nuevo destino.

 
 
Pd. Para aquellos que no predican con el ejemplo y se saben impunes.

martes, 12 de julio de 2011

3

Bueno, muy bueno, cariñoso como pocos, divertido y feliz, así es él.


Hoy hace 3 años que Pipo llegó a mi vida y yo estoy encantada con él.


Felicidades Piponcio!!!! Ya somos una pareja de hecho de las de verdad :-).


Pd. A Silvia Garcia con mi agradecimiento por haber hecho de nexo de unión y por su labor incansable buscando el bienestar de los animales que, unos cuántos, se empeñan en abandonar y maltratar. 

Os dejo unos enlaces por si queréis colaborar.

Silvia Garcia
La Perrera-La Canera

domingo, 3 de julio de 2011

Veneno


Una generosa invitación de Joan Roca a realizar este tipo de fotografía desde escondite en Buseu -Lleida- ha sembrado en mi afición fotográfica una nueva semilla. Como diría mi madre "por si éramos pocos, parió la abuela" :-)
La experiencia fué fantástica, impresionante y ver trabajar a Joan y escuchar sus comentarios, una gran lección que disfruté de lo lindo. Si tenéis ocasión de realizar algún taller de los que organiza no os lo perdáis, vale la pena, os lo aseguro.
Tras cientos de fotos se salvan muy pocas pero me esforzaré en aprender y si queréis ver las tomas "buenas" pinchad en el enlace de Joan y disfrutad.
Ayer probé un nuevo veneno, es lo que tiene ver trabajar a los mejores.


Feliz semana.

Pd. En la imagen una pareja de quebrantahuesos iniciando la pelea en pleno vuelo.