El día amenazaba lluvia y no quiso alejarse demasiado de casa pues no le gustaba el agua. Salió como cada mañana pero, en esta ocasión, la puerta no quedó entreabierta. Hummmm, pensó, lluvia y la puerta cerrada, mal presagio.
Tras haber retozado perezosamente sobre los viejos adoquines y viendo que los nubarrones pasaban de largo llegó a la conclusión de siempre. Era cuestión de esperar tranquilamente, alguien vendría y el sol volvería a asomar por entre las nubes.
Para que preocuparse, quedaba por delante una placentera mañana que no iba a desperdiciar.
Feliz lunes.