domingo, 30 de enero de 2011

Cálido invierno

"Manos frías, corazón caliente" decía mi abuela y debe ser así a juzgar por la foto:  diciembre, con la casa al hombro y viendo esos paisajes.
No podía ser de otra forma: se quedaron de piedra.

Feliz semana.

domingo, 23 de enero de 2011

El desafío



Cuándo conoces a alguien, hay algo que determina (o no) una cierta conexión con esa persona. A veces se trata de un nexo que no acertamos a ubicar pero que sentimos que está ahí y luego, con el transcurrir del tiempo, sientes que ese lazo se estrecha o afloja dependiendo de las circunstancias o del momento personal de cada uno.

Hoy os cuento una historia que es un desafío.

Le supero en una docena de años pero, desde el principio, ese vínculo especial se notó entre nosotras. Nos unía, además del trabajo, el sentido del humor, la rapidez en la ironía, la imaginación, la risa y ese imán para que se nos fastidiasen las cosas más simples: si algo se podía torcer, se nos torcía. Eso nos daba risa y lo llevabámos con una dignidad impresionante y una curiosa complicidad.
De repente la vida, al doblar la esquina, se le cayó encima y todo dió un brusco giro. Podía haberse hundido, haber dejado de tirar del carro, haber perdido la sonrisa y haberse dejado llevar por la más absoluta oscuridad. Sin embargo no fué así (tuvo sus malos momentos, por supuesto; lo contrario hubiera sido inhumano) pero siguió siendo ella: la que todos conocíamos y la que todos queremos.
Luchó con determinación y firmeza e hizo las cosas bien, muy bien. Hoy, cuándo la he visto, he sabido que todo volvería a ser como antes. Como antes pero salvando las distancias, claro. Ella, ahora, es mucho más sabia, mucho más fuerte.
La vida nos enseña de muchas formas y aunque no haría falta aprender así porque con menos lecciones podríamos también sacar matrícula, yo le doy gracias por poder seguir disfrutando, a pesar de los tropezones, de personas como ella.
Ella, esta vez, ha ganado el desafío.

Por tí, Txell.

domingo, 16 de enero de 2011

La primera


Madrugar el fin de semana se ha convertido, desde hace unos años, en una costumbre. Una buena costumbre, diría yo.
Son los únicos días en que puedo llevar a Pipo al río, sin prisa, para que corra y gaste parte de la mucha energía que tiene.
Es algo que no sólo no me cuesta ningún esfuerzo sino que lo antepongo a otras cosas porque disfruto muchísimo viéndole disfrutar; no es un acto heroico como pensarían algunos sino un regalo que me permite compartir afición con otras personas y vivir momentos irrepetibles.
Aunque no quedamos nunca, la fuerza de la costumbre hace que seamos puntuales como clavos pero, a veces, les gano la partida y llego antes que nadie.

En ese momento me siento la dueña del mundo.


sábado, 8 de enero de 2011

Se marchó



Era el día de Reyes y su regalo llegó.
Cada año pedía lo mismo pero su deseo no era escuchado. Este año, tras muchos de árida espera, la bola de la suerte pronunció su nombre y, por fin, pudo emprender el camino.
Todos, serenamente, la vieron marchar mientras la música la mecía entre recuerdos, sonrisas y lágrímas.

Para Miguel.