lunes, 13 de abril de 2009

Miradas


Me gusta verme en tus ojos, sentirte cerca mientras tus palabras llenan mi alma y tus silencios acompañan mi calma.


Para ti, por quererme.

domingo, 12 de abril de 2009

A las 7,45


Cada mañana, puntual como el reloj de la iglesia, baja por la cuesta a las 7.30 de camino al kiosko. Poco después emprende el camino de regreso, con la prensa aún calentita y haga el tiempo que haga.

Son las 7,45 y empieza un nuevo día.

Pretérito pluscuamperfecto


Laura se sentía mal. Por mucho que lo intentara, todas sus percepciones volvían siempre a un mismo punto de origen: su infancia.

Creía que no le habían querido más que lo justo, una medida del todo insuficiente para ella ya que siempre se sintió relegada a un último plano. Unicamente superaba ese puesto cuándo se le exigían resultados.

Siempre echó de menos el contacto físico con sus padres: los abrazos, una palmada en la espalda, una caricia en el pelo, un beso porque sí o una sonrisa que le alentara.

Jamás, su padre, la sentó en sus rodillas para contarle algo o, simplemente, para tenerla cerca, sentirla cerca.


Estas sensaciones, Laura, las retenía en su interior como una tenaza. No podía evitar buscar culpables a sus males actuales pensando que si sus padres hubieran actuado con ella de otra manera, ella sería más fuerte, menos vulnerable, más cariñosa, menos exigente. No sabía comunicarse con los demás sin causar daño, sin recriminar con sus modos, las carencias afectivas de su infancia.


Pero Laura olvidaba una cosa: probablemente sus padres habían hecho lo que habían podido, no sabían más. Los recursos que tenían a su alcance tan sólo les permitían hacer lo debido y poco más. No habían bebido de la fuente de los afectos y ellos no eran capaces de hacer otra cosa que repetir lo recibido.


Laura sí tuvo muchos más recursos. Si se lo hubiera propuesto, probablemente, hubiera podido cambiar el curso de su aprendizaje afectivo para llenar esos huecos que no sólo le hubieran acolchado sus carencias sino que le hubieran servido para ofrecer a los demás mucho de lo que podía haber aprendido. Perdió mucho tiempo en sufrir, aún lo hace.


Las espirales siempre tienen dos extremos y está en nuestra mano fijar nuestro interés o en el extremo que nos lleva a un centro cerrado, mareante e hipnótico o bien expandir nuestra mirada hacia el extremo abierto que nos conduce hacia nuevos caminos.


Laura, algún día, se dará cuenta de que el camino lo escribimos cada uno y que cada uno somos responsables de nuestra parte. Que tengas mucha suerte.

domingo, 5 de abril de 2009

La goma


Los niños nunca me habían gustado, me quedaban grandes, no sabía qué hacer con ellos y creía que, lejos de una bendición, eran una especie de castigo.

Desde hace años esa percepción ha cambiado dando un giro rotundo. Os va a parecer extraño lo que voy a decir pero creo que el tener perro me ha enseñado a tener paciencia, observar, interpretar y comunicar y todo ese aprendizaje me ha servido para entender a los niños de una manera más o menos eficaz.

Hay niños y niños en la misma proporción que hay padres y padres. El campo hay que sembrarlo y, a pesar de las inclemencias, cuidarlo para procurar obtener los mejores frutos posibles.

Me ha gustado conocer a "S". Su desparpajo, su inteligencia y su trato de "tú a tú" es algo que cautiva desde el primer momento.

Me ha gustado ver cómo sus padres educan y conducen a "S", el tono que emplean, el diálogo, el cariño y el dejar ese aire a su alrededor que le permite desarrollar su fantasía y su imaginación sin agobios y sin complejos.

Creo que muchos padres no ejercen como tales pensando que todo el peso de la educación de sus hijos recae en los educadores, que con proporcionarles todos los caprichos ya cumplen con su papel y que mirar hacia otro lado significa ausencia de problemas y eso ya les está bien. Sin duda, penoso.


Desde luego éste no es el caso. Es como los deberes de la pequeña: se escriben, se borran si es necesario y, cuándo está todo en orden, se pasa página.


Para S, P y A, con mi cariño y gratitud.