domingo, 25 de mayo de 2008

El devorador de mitades


Que una pareja son dos es algo evidente pero, algo que parece tan simple, en realidad tiene mucho trasfondo. Mirando a mi alrededor (y a veces en mi interior) no puedo pasar por alto una realidad muy habitual: una mitad se traga a la otra.

Ver cómo de esos dos cincuentas por ciento uno se deja comer el terreno en pro del otro es muy triste. Pero así funcionan muchas parejas (y hablo de matrimonios, hermanos, amigos....), no lo habéis notado?.

Es triste pero en muchos casos aún es la mujer quien necesita la aprobación constante del hombre; son mujeres "amaestradas" por la cotidiana rutina machista que desde diferentes púlpitos de la vida van atorando la capacidad de pensar y decidir por sí mismas. Ellas, sin darse cuenta, pierden su lugar (ignoro si es por comodidad o por no tener las armas adecuadas en su interior para plantar cara).

En estos casos en que el hombre, de una manera constante y tajante, van desconformando la personalidad de la pareja en la misma proporción que su ego se ensancha, pienso que lo hacen por llenar un hueco lleno de carencias, insatisfacciones y miedos. Se sienten vulnerables y, para protegerse, se comen el ego de la otra mitad.

Lo curioso es que esas mismas mujeres, en ausencia de sus parejas, parecen ser autosuficientes y tenerlo todo muy claro. Luego, en presencia de él, desaparecen.

Dentro de ese grupo de hombres devoradores de mitades el que más miedo me da es el que utiliza un tono suave, calmado, didáctico (como si sólo ellos supiesen de lo que hablan y el resto debemos intentar aprender de ellos) a los que no les importa repetir su catecismo las veces que convenga y, al final, aunque sólo sea por aburrimiento, la otra mitad cae rendida a su didáctica cantinela.

Son pequeñas metas, pequeños recodos de un largo camino que, sin pestañear siquiera, van sumando a su ya conquistado alter ego.

Aún falta mucha música que poner a tanta teoría.


lunes, 12 de mayo de 2008

[María] Doble piel - parte 4ª


Desde que María despertó de su sueño lisboeta su vida fué fluyendo con normalidad y con ilusión.

Deseaba, necesitaba, abrirse a nuevos caminos y aquella furtiva aventura fué para ella como un pistoletazo de salida.

Desde aquel día, sin proponérselo siquiera, el contacto entre ambos fué algo cotidiano aunque únicamente por mail. El teléfono se ignoró y parecía que esa cercanía distante ya les iba bien a los dos. Sin más pretenciones. Tan sólo deseaban compartir una complicidad que añadiría notas de humor a su vida cotidiana.

A medida que los correos iban desgranándose, la confianza entre ambos parecía crecer al mismo ritmo aunque María iba percibiendo que no siempre obtenía respuesta a sus preguntas y que en la misma proporción que ella se iba entregando a esa nueva amistad, él iba replegándose como si creyese que ella iba a entrar al abordaje. Algo completamente absurdo, pensaba ella, ya que no pensaba volver a colgarse de nadie por muy maravilloso que fuese aún ignorando si ese era el caso.

Pasaron los meses y, casualidades de la vida, María se enteró de que al cabo de unas semanas tendrían que verse por circunstancias laborales, las mismas que meses atrás había facilitado su encuentro en Lisboa.

Ella se sentía feliz porque, ya descartada la posibilidad de tener un nuevo escarceo, y habiendo incorporado desde hacía tiempo a Fernando (así se llamaba él) a su lista de amigos cercanos, se sentía relajada y tenía ilusión por verle, abrazarle y charlar sobre los temas que había ido ocupando sus cartas virtuales.

Se iba aproximando la fecha del encuentro y, curiosamente, los correos de él fueron espaciándose. Muchos serían los motivos o muchas las excusas pero a ella no le importaba porque siempre había intentado comprender la forma de actuar de sus amigos y nadie estaba obligado a mantener una determinada actitud. Cada cual es libre de actuar como crea necesario aunque, en este caso, María sospechaba que alguien no lo tenía tan claro.

Llegó el día del encuentro y a sabiendas que la ausencia de un "buen viaje" en los días anteriores presagiaba un pequeño desastre, María esperó con ilusión y mucha calma la llegada de Fernando.

En el congreso, un grupo importante de personas se iba conociendo e intercambiaba datos para ponerse al día de todas las novedades. Pasaron un par de horas sobre lo previsto y, por fin, apareció él.

Ni un abrazo, ni una mirada, ni una sonrisa. Fué como si alguien que no conociese de nada acabara de desembarcar en mitad del océano. Curiosamente fué el único que tuvo con ella tal actitud ya que los demás se presentaron con entusiasmo y naturalidad y los abrazos y besos fueron moneda de cambio constante.

María, muy mentalizada al respecto ya había decidido que nada iba a empañar esos días, ni siquiera él.

Después de un buen rato y como si le estuviesen espiando (sería un doble espía??) Fernando se acercó y, de refilón, como si pasara casualmente junto a ella y hablando de medio lado le dijo "has tenido un buen viaje?", "sí, aunque mucho calor" contestó María, "calor? por qué?" (cómo que por qué?, porque el sol estaba que echaba fuego, porqué iba a ser si no?? furor uterino????).

Después de ese maravilloso encuentro parecía que ya todo estaba dicho. Los días transcurrieron según lo previsto y aunque hubo algún que otro momento que parecía facilitar una conversación entre ambos, lo cierto es que ésta no se produjo más allá de unas cuántas frases y siempre de forma casual, cómo cuándo pasas junto a alguien por la calle y, poniéndote a su altura, dejas caer unas palabras.

María se sentía decepcionada porque sabía que había perdido la posibilidad de que esa amistad diese un paso adelante. Le gustaba la manera en que Fernando parecía enfrentarse a la vida y, sobre todo, su ironía y su humor. Todo eso se quedó en un teclado y en varios "enter". Ni siquiera se quedó a la última comida; María odiaba las despedidas.

Ella, incluso, había pensado proponerle una cosa (que tonta era María!): dentro de unos meses iba a celebrar su cumpleaños y pensaba que este año tenía que ser algo muy especial. Iba a meter (o a intentarlo) a sus mejores amigos en un avión y se los iba a llevar al norte, entre bellos paisajes y mares bravíos, a marisquearse unos manjares y agradecerles así lo mucho que se ha sentido querida por ellos. Iba a incluir en esa lista a Fernando y esposa.

María, tras el congreso, se dió cuenta de que todos tenemos una doble piel. Unos más gruesa que otros, por cierto.

martes, 6 de mayo de 2008

Ojo de pez


Compartir aficiones es algo grande y el conocer a tanta gente lo es aún más.

Unos días en Valencia, con los compañeros Canonistas, me han llenado el corazón de risas y los ojos de sus increíbles miradas.

Generosidad, amabilidad y simpatía sería un buen resumen aunque sin duda muy corto.

Son muchos los nuevos amigos y muchos los que quedan aún por conocer. Nos iremos viendo en el camino.